Bajar por la calle de Don Felipe es bajar hacia las ventanas llenas de plantas de Lola. Su visión a lo lejos de verde y vida contrasta con el gris y sombra del resto de la calle. Esa vida y color sale de las rejas del taller de pintura de Lola, donde todo es arte, incluidas las plantas de las cuales habla como si fueran cuadros con composiciones buscadas y gamas de verdes.
Lola cuida las plantas por intuición, y la tiene buena. Las adquiere en el barrio, de sus viajes, de esquejes regalados o de plantas enfermas que le hacen llegar y que cuida previamente en su patio-enfermería de plantas, con mejor luminosidad y más temperatura. Sabe que tiene límites por la luz y porque hay gente que le roba las plantas hasta con sus maceteros. Esto le hace no escoger plantas más llamativas. Pero también nos cuenta satisfecha que son muchas las veces que le llaman para pedirle un esqueje de alguna de sus plantas.
Cuando preguntamos a Lola que le aportan sus plantas, lanza una retahíla de gratitudes sin pausa con el tono y ritmo de quien habla de algo muy sentido. Felicidad, satisfacción de ver crecer vida, color a una calle gris y sucia, relación de dar y recibir entre ella y las plantas. Y es que Lola asegura que el truco está en eso, en establecer una relación con las plantas para cuidarlas. La mano verde es la de quien da a las plantas, porque sabe todo lo bueno que recibe.
Lola, Calle Don Felipe. Pintora y taller de enseñanza de pintura
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